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viernes, 3 de julio de 2020

¿Hueles a Sándalo?




El abad de un monasterio del remoto Tíbet era un hombre muy anciano, pero con gran lucidez mental y notable energía.

En el monasterio había un buen número de novicios de las más diversas edades, así como algunos monjes. Bajo el límpido cielo azulado de la altiplanicie, en el reconfortante silencio de las montañas, novicios y monjes recitaban las escrituras, practicaban meditación y efectuaban las ceremonias litúrgicas. Pero había dos monjes que a menudo evitaban su presencia en estos actos y se dedicaban a charlotear sobre trivialidades.

El abad era un hombre muy paciente y, aunque era consciente del proceder de sus discípulos, nada decía. Prefería dejar pasar el tiempo para ver si los jóvenes, por ellos mismos, comprendían lo equívoco de su actitud. Era un lama comprensivo y que no coaccionaba a los aspirantes. Pero el tiempo discurría con la facilidad con que las nubes cruzan por el cielo, día tras día, en aquél recoleto lugar apartado del mundanal ruido. Los monjes persistían en su proceder y en verdad que cada día se iban tornando más abúlicos y ya apenas asistían a ningún oficio ni leían las escrituras ni practicaban la meditación.

El abad hizo llamar a los dos jóvenes y les atendió en su propia celda. Dijo en un tono afectivo:

- "No os puedo seguir ocultando que me duele ver día a día cómo consumís vuestra vida sin tratar de acercaros a vuestra naturaleza iluminada. Os habéis vuelto unos indolentes. No quiero reprenderos, porque cada persona debe responsabilizarse de sus actitudes, pero soy vuestro maestro y tengo que advertiros de que os habéis dejado ganar por la negligencia."

Los jóvenes se quedaron pensativos durante unos instantes. Miraron al venerable lama y vieron en su rostro surcado por las arrugas de la ancianidad cuánta paz y compasión se reflejaban. Olía a incienso y a través del ventanuco se podía contemplar el cielo azul turquesa. Detrás del lama, en uno de los muros de su austera celda, había una pintura de Buda en meditación. Uno de los jóvenes dijo:

- "Pero, venerable lama y respetado maestro, tú nos diste la iniciación. ¿No es suficiente para que, con el poder que nos transmitiste con la iniciación, podamos evolucionar? ¿No basta ese poder para que vayamos aproximándonos a la mente iluminada, al Nirvana?"

El anciano guardó un silencio perfecto. Los jóvenes se postraron ante él y abandonaron la angosta estancia. Pasaron unos días y he aquí que una hermosa mañana el venerable lama colocó en las manos de cada uno de los jóvenes un frasquito herméticamente cerrado que contenía el oloroso perfume de sándalo. Les dijo:

- "Colocad el esenciero en vuestra celda."

Los monjes, extrañados, dejaron el esenciero en las respectivas celdas. Si el lama así lo solicitaba, por algo sería. Y transcurrieron algunas semanas. Cierto amanecer, el abad se acercó a los monjes que, como era habitual en ellos, estaban holgazaneando, y les dijo:

- "Haréis penitencia. Os quedaréis en vuestra celda encerrados durante tres días, en ayuno."

- "Pero, ¿por qué?", protestaron perplejos los monjes.

- "Porque no oléis a sándalo."

- "¿A sándalo?", preguntaron cada vez más consternados.

- "Sí, a sándalo", dijo con firmeza el abad. "Os di un esenciero con sándalo y ningún día he apreciado que oláis al mismo."

- "Pero... ¿cómo vamos a oler a sándalo si el frasquito que nos diste lo hemos tenido cerrado? ", replicaron.

El abad, desde sus ojos profundos y elocuentes, les miró en silencio unos instantes. Luego rompió el amable silencio del amanecer para decir:

- "Además de holgazanes e indolentes, sois unos necios. ¡Claro que no podéis oler a sándalo, puesto que aunque os he obsequiado con el sándalo de mejor calidad, está herméticamente cerrado en el esenciero! De igual modo, os dí la iniciación más poderosa, pero en lugar de utilizarla y desplegar su poder en vosotros mediante la meditación, os habéis abandonado a vuestra indolencia. ¿De qué sirve que os haya obsequiado con el mejor sándalo si no lo habéis usado? De la misma manera, ¿de qué sirve que os diera una poderosa iniciación si con vuestra holgazanería habéis dejado que se extinga su llama?"

El día que hiciste la oración para recibir a Cristo, recibiste al Espíritu Santo. Fue el día en que decidiste seguir a Jesús, fue el día en que te convertiste en hijo de Dios.

Dime algo, ¿ya abriste el frasco de sándalo? ¿Sí hueles a sándalo? 

Lucas 4:18 dice:

"El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos"

Marcos 16:17-18 dice:

"Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán."

Te invito a esparcir el aroma de tu frasco de sándalo.

Mi canción para hoy es: 


 

sábado, 20 de junio de 2020

La mies es mucha, mas los obreros pocos

Hola!!!

Recuerda que tienes dos opciones, seguir leyendo mi blog a continuación o ver mi video de Youtube sobre este tema en el siguiente enlace:




Hace unos días, al compartir el mensaje diario a través de whatsapp, me acordé de un video de una entrevista que le hicieron a un pastor por parte de una periodista que era atea (por lo menos en ese momento, no sé si hoy sigue siéndolo) y les compartí a manera de preámbulo una parte de la respuesta del pastor ante la pregunta que le hace la periodista, la respuesta completa es:

"Vamos a decir que tú no crees en nada, tú no crees en Dios, tú no crees que hay salvación, tú no crees que hay cielo, tú no crees que hay vida eterna, tú no crees en nada. Pero yo sí creo. Entonces, vamos a hacer una apuesta, aunque los cristianos no debemos apostar, vamos a hacer una apuesta solo a modo de ilustración. 
Vamos a decir que tú tienes razón, cuando terminan los tiempos descubrimos que no había Dios, no había cielo, no había tierra nueva, no había nada. Tú tenías razón y yo estaba equivocado. Ahora dime, si no hay nada ¿Qué perdí yo? NADA. Porque nada existe. 
Pero vamos a hacer de cuenta que yo tengo razón, terminan los tiempos, sí hay Dios, sí hay cielo nuevo (sic), sí hay tierra nueva, sí hay cielo, sí hay vida eterna, sí hay salvación. ¿Qué perdiste tú? TODO. 
Entonces hasta por lógica es mejor creer en Dios..."

¿No te parece una buena razón para comenzar a creer, para recibir a Cristo en tu corazón y ser salvo?

Esta mañana Dios me despertó bien de madrugada y me dió esta palabra que está en Mateo 9:36-38 que dice:

Mateo 9:36-38

¿Sabes qué es la mies?

La mies son los cereales como la cebada, el trigo, la avena y que ya está maduro para ser recolectado.

Pues Jesús, nuestro Señor, dijo estas palabras al ver que era necesario orarle al Padre para que enviara más obreros (discípulos) a cosechar (salvar) su mies. Sus doce discípulos no eran suficientes. Hoy somos millones, pero la mies sigue siendo mucha.

Prácticamente es un mensaje a dejar nuestra comodidad o nuestra indiferencia, a que dejemos de ser espectadores y actuemos, a que salgamos a cosechar almas para el reino de Dios porque muchas son las personas desamparadas, perdidas y dispersas.

Muchas son las personas que vagan por el mundo sin rumbo, muchas almas se pierden por no recibir a Cristo en su corazón. Y aunque suene muy duro, las almas perdidas serán arrojadas al lago de fuego el día del Juicio Final. Lo dice la Biblia en Apocalipsis 20:15

Apocalipsis 20:15


¿Sabes quienes serán arrojados de primero al lago de fuego? La bestia, el falso profeta (falso mesías), el diablo, la muerte y el Hades. Luego irán detrás todas las almas que no recibieron a Cristo en su corazón, las cuales no tienen su nombre en el libro de la vida. El libro de la vida es el registro civil celestial, allí queda anotado el nombre de todos aquellos que recibimos a Jesús como nuestro Señor.

¿Estás dispuesto a perder TODO? ¿Cierto que no? Abre tu corazón a Jesús y déjalo entrar.

Te invito a confesar con tu boca que Jesús es el Señor y a creer en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, a recibir a Jesús en tu corazón y a ser salvo por la Gracia de nuestro Padre. Te invito a hacer tu propia oración, si quieres puedes seguir la oración que escribí al final del artículo que se llama "¿Eres criatura o hijo de Dios?"

Te invito a escuchar esta bella canción que tiene mucho que ver con el tema tratado: