forma desafiante le dijo:
- "Profesor, lo que más me alegra de haber terminado sus clases es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburrida"
El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.
El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:
- "¿Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?"
El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.
- "¡Por supuesto que no!", contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.
- "Bueno", prosiguió el profesor. "Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar."
- "No entiendo a qué se refiere", dijo el alumno confundido.
- "Muy sencillo", replicó el profesor. "Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio, y, si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo. Y yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia serenidad."
- "Muchacho", concluyó el profesor en tono gentil, "tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí sí depende lo que yo cargo en el mío."
Hay personas en este mundo que aceptan todo lo que otras personas, resentidas, enfadadas, hirientes, le ofrecen y terminan amargándose la vida, ofendidas, heridas.
Pero además hay otras muy susceptibles, que se resienten por cualquier cosa, actos desprevenidos de otra persona lo toman como si fuera contra ellos, le ponen malicia a lo que no lo tiene, acciones bienintencionadas las toman como afrenta.
Esas personas tienen una armadura demasiado delgada, casi que no tienen piel porque toda palabra que le disparen (sea fuego amigo o enemigo) les pega en el corazón.
Además, duran ofendidas toda la vida, cargan con esa amargura y resentimiento en el corazón por años.
Pero hay otras, como el profesor de este cuento, que deciden no recibir las ofensas mal hirientes de otras personas, su corazón no carga con la basura de los resentidos, de los violentos, de los agresivos.
Pídele a Dios que te dé una armadura más gruesa para que las flechas y los dardos que te disparen no le peguen a tu corazón. Que te cubra con su armadura, aquella de la cual la Palabra de Dios nos habla en Efesios 6:10-13 que dice:
11 Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.
12 Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.
13 Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza.
Pidamosle a Dios a través de una oración que nos blinde con su armadura:
Señor, Padre amado, gracias te doy por hacerme llegar esta palabra en el día de hoy. Tú sabes cuánto la necesitaba Señor.
Hoy te pido Señor, que me blindes con tu armadura, que no permitas que mi corazón se hiera, no permitas que me ofenda con los actos de otras personas contra mí o contra mis seres queridos.
Ayúdame a resistir Señor, a ser valiente, a no recibir esas flechas, esos dardos cargados de malas intenciones. Mantén mi corazón libre de toda amargura, de todo odio, de toda ofensa que quieran sembrar en él.
Protégeme con tu armadura Señor, te lo pedimos en el nombre de Jesús.
Amén.
Y aquí mi canción para hoy:
Y aquí mi canción para hoy: